Camina rápido, como si en cada paso dado le fuera la vida. Coloreadas las mejillas y la boca bajo el sombrero de ala ancha. Lleva bufanda y guantes para aplacar el viento frío de la mañana. Su mano tira de un carrito pequeño, con dos ruedas de metal y un cajoncito, desde donde asoma un hocico negro y el pelo lanoso de mascota vieja. Una, dos, cinco veces, pasa sonriendo, la loca por la calle Nelson.
"..., tu afán que da forma al deseo, toma del deseo su forma, y crees que gozas por toda Anastasia cuando sólo eres su esclavo"
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Soledad
Abrir la puerta de mi casa es todo un desafío. Mi casa y mi corazón. Y no es necesario usar llaves. En este pequeño lugar del universo no son necesarias porque aquí está todo a flor de piel: olores, sabores, murmullos, gritos y silencios. Luces y sombras de ciudades y desiertos. La vida, el amor y la muerte. Y las palabras como hilo conductor. Sólo las usaremos para abrir, si fuera preciso, diminutos cofres de confidencias, sueños y locuras varias compartidas con todos ustedes.
Bienvenidos a casa!
Cris.
Bienvenidos a casa!
Cris.
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