jueves, 17 de diciembre de 2009

Penumbras


Sólo conocía de él su olor. El latido de su piel. Y ese calor denso del deseo, que la asfixiaba, la poseía y la dejaba desleída de placer.
Cada tarde, cuando el día adormecido de tedio, se arrinconaba en vapores siestinos, Violeta cerraba los postigos de su ventana y abría los visillos de su sexo.
Antonio llegaba al compás de un silbido dulce, que a ella le sabía a miel de algarroba. Perros vagabundos ladraban cómplices mientras él ascendía al paraíso oscuro de Violeta.
Nunca se encontraron fuera de esas paredes, húmedas de besos sedientos, de piernas resbalosas de sudores íntimos.
Sólo conocía de él ese amor en penumbras. Y su olor a siesta madura y los quejidos de las ropas olvidadas.
Un enero vacío, los perros ladraron desganados. Violeta extrañó la inmediatez de la sangre del hombre. La dulzura de sus extensiones y la prepotencia de sus fluidos. Esperó en el silencio oscuro, la llegada de su melodía. La siesta toda se derramó en espera.
Ocultó, entonces, Violeta, los gemidos amorosos entre las ropas agotadas; abrió la ventana y cerró los visillos de su sexo.
Antonio silbaba dulce, su siesta en otras penumbras.
Cris.

2 comentarios:

Sony AC dijo...

Hay Cris, este es mi preferido. Relata en forma hermosa, los abrazos al aire, las esperas calientes, las tardes de sopor. A quien no le han silbado alguna vez, y el silbido de desvanecio. Excelente!

Cristina dijo...

Lo subí al blog por vos Sony. Me alegro que te guste.
En alguna parte sigue habiendo siestas calientes, perros desganados y silencios secretos. Y alguien que silba dulcemente.
Gracias por tu comentario.
Besitos

Soledad

Soledad
CRUZAGRAMAS: un grupo de escritores en busca de alternativas
Abrir la puerta de mi casa es todo un desafío. Mi casa y mi corazón. Y no es necesario usar llaves. En este pequeño lugar del universo no son necesarias porque aquí está todo a flor de piel: olores, sabores, murmullos, gritos y silencios. Luces y sombras de ciudades y desiertos. La vida, el amor y la muerte. Y las palabras como hilo conductor. Sólo las usaremos para abrir, si fuera preciso, diminutos cofres de confidencias, sueños y locuras varias compartidas con todos ustedes.
Bienvenidos a casa!
Cris.