
Señalaba con una uña comida la vidriera. Miraba a su madre con ojos de porfavormamá y seguía señalando el reflejo de su carita llorosa en el vidrio de la juguetería. Qué más quisiera la madre que poder alcanzarle ese juguete que debería pertenecerle. Debería ser suyo por ser niña. Debería ser, en realidad, un tributo a su inocencia, a su potencial de adulto feliz. Pero las reglas no están dictadas para los niños. Los juguetes no son para cualquier niño. Deben ser para aquél cuyos padres puedan pagarlos. Los otros no merecerían ser niños.
La manito fue arrastrada por la frustración del adulto, quien ya sabía que los juguetes no son para todos. Tarde o temprano cesarían las lágrimas y al fin comprendería que no todos merecen ser feliz.
Cris.
05/05/2010
Pintura: Juanito Laguna. Berni
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