
Pintura: Edward Hopper
En la mesa de un bar cualquiera, a cualquier hora de la noche, tal vez apareciera, trasnochada, una extraña. Es probable que se sentara a contraluz de la ventana, y que alguien entrase y le sonriera; o le hablara. Serían quizás, viejos conocidos. O amantes. Pudiera ser también, que al verlo se dibujara una muestra de decepción en el rostro enigmático, y ese alguien se esfumara en el aire denso del bar.
Es probable que entre sorbo y sorbo de café, ella sólo se dejara estar perdida, en algún instante de su historia. Y no le importara alguien. Y estuviese allí quieta, mirando dentro suyo. Y viera correr el tiempo con su rostro impasible, recortado por la luz. Mirase a su alrededor, oyera las voces, el ruido de los pocillos al chocar entre sí, los vasos tintineantes de hielo. Oliera el último tostado y llenara sus pulmones de aroma a café recién molido. Sacara un libro de su cartera, se pusiera sus anteojos azules y leyera lenta o vorazmente, alguna novela o ensayo. O simplemente, intentara garabatear una poesía en ese instante melancólico. Es posible que quisiese fumar, pero se arrepintiera. O saliera a hacerlo a la vereda y dejara ver su rostro, clareado por la luz de la marquesina. Y alguien le encendiera el cigarrillo y comenzaran a hablar. Subiese al auto que la estuviera esperando, y mirase desganada o amorosa a su acompañante. O acaso esperase el próximo ómnibus, con la mirada oscurecida. O tal vez, la extraña, sólo quiera volver a la mesa. Y reencontrarse con su trasnochada soledad. A cualquier hora de la noche.
Cris.
Es probable que entre sorbo y sorbo de café, ella sólo se dejara estar perdida, en algún instante de su historia. Y no le importara alguien. Y estuviese allí quieta, mirando dentro suyo. Y viera correr el tiempo con su rostro impasible, recortado por la luz. Mirase a su alrededor, oyera las voces, el ruido de los pocillos al chocar entre sí, los vasos tintineantes de hielo. Oliera el último tostado y llenara sus pulmones de aroma a café recién molido. Sacara un libro de su cartera, se pusiera sus anteojos azules y leyera lenta o vorazmente, alguna novela o ensayo. O simplemente, intentara garabatear una poesía en ese instante melancólico. Es posible que quisiese fumar, pero se arrepintiera. O saliera a hacerlo a la vereda y dejara ver su rostro, clareado por la luz de la marquesina. Y alguien le encendiera el cigarrillo y comenzaran a hablar. Subiese al auto que la estuviera esperando, y mirase desganada o amorosa a su acompañante. O acaso esperase el próximo ómnibus, con la mirada oscurecida. O tal vez, la extraña, sólo quiera volver a la mesa. Y reencontrarse con su trasnochada soledad. A cualquier hora de la noche.
Cris.
2 comentarios:
Adoro la pintura de Hopper.
Siempre me he preguntado que historia escondería cada cuadro...está que describes tu,todas esas posibilidades me han hecho esbozar una sonrisa...
Gracias por compartirlos.
Gracias querid@ amig@ por tu comentario. A mí también me intriga la imagen de esta mujer sola frente a una taza de café. Indudablemente tiene una historia que contar desde su mudez. Una historia a la que no podemos acceder, así que lo único que nos queda es imaginar.
Me alegra que te haya gustado.
Saludos desde mi Desierto.
Cris.
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